Es de todos conocido que nuestros poderes públicos, ansiando velar por el bienestar de sus ciudadanos, tienen a bien someter a todos los futuros matrimonios a una serie de diversas pruebas que sirven para poner a prueba su amor, disolver anticipadamente las relaciones no suficientemente sólidas, y fortalecer en la adversidad a las parejas supervivientes para asegurar un matrimonio fuerte y duradero.
La más dura de estas pruebas es la llamada... ¡inscripción en el registro! (solamente decirlo ya provoca un escalofrío por la espalda)
Nos alegra anunciaros que, la semana pasada, conseguimos sobrevivir a esta exigente prueba. Además, como vamos sobraos, lo hicimos en el sitio más duro, en el epicentro de la burocracia, en el infierno del papeleo.... el Registro Central Único de Madrid.
Fueron 6 horas y media de colas y esperas, de colas y aburrimiento, de colas e ineptitud, ¿he dicho ya que tuvimos que hacer cola? Pues sí. Muchísimas gracias a nuestro audaz testigo, Javi, que se adentró con nosotros en semejante pesadilla, aguantando con valor hasta el último minuto.
Pero en fin, al menos el papeleo ya está... ¿o quizá no? Me temo que el burócrata canival acecha con nuevos sellos, certificados, edictos y demás. Pero tranquilos, el día 5 hay boda, aunque sea por el rito zulú.